sábado, 22 de septiembre de 2012

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La Macarena

domingo, 16 de septiembre de 2012

Los Diarios del Dário presentan "Mis Noticas de Estudiante"


Anécdota con partida


 

 

Hoy estoy feliz. El día está nublado y hace un poco de frío. Odio los días nublados. Pero no me importa porque es un día especial. En mi colegio vamos a celebrar “el día deportivo”. Eso significa que no tendré clases. Sólo tendré que jugar y correr de un lado a otro. ¿Cuánto me durará esa felicidad?  Mi profesor de educación física nos pone, a mí y a mis compañeros, a trotar de un extremo al otro de la cancha de basquetbol. Así lo hacemos. Cuando nos indica que hagamos una carrera entre todos, también le obedecemos.  Corro lo más rápido que puedo, siento que alguien me empuja por detrás. Caigo sobre mi rodilla y brazo derecho. El profe me ayuda a levantar. La rodilla me arde mucho. El brazo no me duele para nada. Es más, ni siquiera lo siento. Mientras me levanto, veo como el brazo se mueve de izquierda a derecha sin control. Primera coincidencia del día: mi papá pasa a unos metros de la cancha. Alzo mi otro brazo, el que aún responde a mis órdenes, y llamo a mi papá. La razón por la que mi padre está en ese momento en el colegio es porque mi hermana menor está en pre-escolar y esos pequeñines entran una hora después de nosotros, los grandes de segundo de primaria.

Mi profesor nota lo que acaba de ocurrir. Trata de calmarme. Estoy un poco inquieto, pero es que la rodilla me sigue ardiendo mucho. Me levanta el pantalón azul de la sudadera. Veo un círculo de sangre en la mitad de la rodilla. Me siento en la plazoleta dónde algún día izaré bandera. Mi papá llega y pregunta qué ocurre. No logro escuchar la conversación entre el docente y mi progenitor.  Alguien llama al médico del colegio, pero aparece otro doctor. Resulta ser el Doctor Bastidas. Lo conozco porque es el papá de uno de mis compañeros, Luis Miguel Bastidas. No sé qué hace en este momento en el colegio si él tiene su clínica. Esa es la segunda coincidencia del día. “Usted es el papá de Luis Mi,” le digo. Me llevan a la enfermería. Teresita, una señora alta, que lleva todos los años del mundo trabajando allí y cuya voz aguda me pone nervioso, me corta la manga de la camiseta. Nadie dice nada. El olor a alcohol me está mareando. El cielo está nublado y la enfermería ahora está mucho más oscura. El doctor Bastidas agarra una caja de cartón, corta un pedazo, lo dobla en tres partes y lo pone alrededor de mi brazo. Me pide que sostenga todo ese extraño artilugio médico con la mano izquierda. Mientras tanto pienso, “no sabía que eso era estar enyesado, creí que los yesos eran blancos, ¡maldita televisión!” Mi papá me informa que debemos ir a la clínica a que me tomen una radiografía. Vamos a la clínica Palermo, a tres cuadras del colegio.

“Puedes tener el brazo partido”, me confiesa mi padre. No siento dolor. Creo que soy muy valiente. Llegamos a la sala de rayos X, el encargado me solicita colocar el brazo sobre una mesa para proceder con la radiografía. Veo que hay una cobija para que ponga el brazo sobre ella. Tercera coincidencia del día: esa cobija es igual a una de las que yo uso en mi casa. Es habana con una franja roja y otra negra. “¿Esa no es mi cobija? ¿Tú la trajiste, papi?” Con un gesto, mi papá me da a entender que no. Coloco el brazo sobre la cobija que parece mía pero no lo es.  El grito de dolor que sale de mi boca y de mi alma significan que he mandado mi valentía al carajo.

Pierdo la noción del tiempo. No sé si han pasado diez minutos, una hora, un mes. Alguien nos entrega la radiografía. Volvemos al colegio. El doctor Bastidas y el médico del colegio, observan la imagen blanquinegra.  “Fractura del húmero” dice uno de los médicos. No sé que es un húmero. Más tarde me enteraré de que es el hueso del brazo.  El médico del colegio pone a calentar agua. No sé con que la está mezclando. Unos minutos después, llevo un cilindro blanco alrededor del brazo. Pesa mucho.  Esto sí es estar enyesado. La televisión tenía razón. Ahora que lo pienso,  en medio de todo, soy muy afortunado al tener a mi papá al lado. Tener ocho años, un brazo partido y no estar con los papás, ¡uy! eso debe ser muy duro.

Tengo la mano derecha hinchada de tener el brazo en una sola posición. Debo tratar de abrirla y cerrarla todo el tiempo para que la sangre circule. Me recetan un remedio para el dolor y me mandan para la casa. Hasta ahora es mediodía.  Han pasado unas tres horas desde la carrerita en la cancha. Mientras camino hacia la salida del colegio, veo a algunos de mis compañeros. “¿Se le partió el brazo?” me pregunta uno de ellos. Debido a mi corta edad, no pienso en decir cosas como “No, bobo, me estoy disfrazando de momia, pero poco a poco”.

Me limito a asentir. “El que lo empujó fue Dimas” me dice Rodrigo, mi mejor amigo de este año. Dimas Augusto H.  De orejas grandes y nariz puntiaguda. Será uno de mis amigos cuando estemos en cuarto de primaria,  incluso lo invitaré a mi cumpleaños número diez. Por ahora, lo odio con todas mis fuerzas y me esforzaré por recordarle, en cuanta ocasión se me presente, que “una vez casi me mata”. ¿Por qué tenía que empujarme en este día tan feliz?

Llego a mi casa y me siento como en un cumpleaños. Están mis abuelitos, un primo que vive con ellos y una tía materna. Todos me miran con una ternura que siento que me quieren dar una mala noticia. Sólo es mi impresión. Todo está en orden. Bueno, no todo. Nos sentamos a almorzar y noto algo raro. ¿Cómo puedo coger la cuchara para la sopa si tengo el brazo inmovilizado?

Hasta ahora noto que estoy casi inválido. “Si se hubiera partido el izquierdo, hubiera sido mejor”, dice mi tía. Todos ríen, pero yo no le encuentro el chiste. Mi vida va a cambiar. ¿Qué tal me quede así de por vida? Con torpeza, uso mi mano izquierda para tomarme la sopa. Me demoro mucho. Me siento triste y un poco inútil. Todavía no existen los canales privados de televisión. Sólo televisión educativa en las tardes. Hoy no era un día de clases, así que trataré de leer algún cuento para pasar el tiempo.

Ya casi es medianoche. Me duelen la cabeza y el brazo. Trato de levantarme para decirle a mi papá que me dé el remedio que me recetó el médico. El yeso es tan pesado que no puedo pararme. Me desespero. Tengo miedo de hacer un mal movimiento y seguir rompiendo el tal húmero. No me queda otra opción. Grito “¡Papi!” y casi un minuto después, mi papá llega con un frasco y una cuchara de plástico. Me tomo el líquido y me dice “¡miércoles! Ese es el remedio de su hermana”. Es un remedio para el asma. Yo ya no lo tomo porque mi asma ha disminuido. “Al menos no me va a dar tos esta noche” pienso. Mi papá se va y regresa con el remedio que necesito.

Duermo bien. Me despierto y veo que el yeso sigue allí. A partir de ahora, tendré que bañarme usando una bolsa plástica para cubrir el cilindro blanco. No quiero que se moje porque nadie querrá soportar un olor poco agradable. Debo tener una regla a la mano para casos en los que sienta picazón.

Pero no todo es malo. Lo que aún no sé, es que mis amigos me van a tratar con especial cuidado. Mis profesores me ayudarán en los exámenes, e incluso, el yeso me salvará de un pellizco de mi mamá, “por grosero”.

Creo que serán dos meses llenos de emoción…

Dario A. Montalvo
Sept. 11 2006

martes, 11 de septiembre de 2012


 

UNCERTAIN PRESENT PROJECT
acoustic covers
UPCOMIN' SHOWS sponsored by
Dario's Diaries
Los Diarios del Dário
presentan
"Mis Noticas de Estudiante"

"No creo en agüeros, así de simple. Nunca he entendido por qué pasar o no pasar debajo de una escalera podría cambiar el destino de alguien. Los humanos siempre necesitamos dar una explicación a todos los fenómenos que nos rodean, pero es curioso que en ocasiones tengamos que recurrir a explicaciones poco fundamentadas.
Nunca he conocido a alguien cuya suerte haya cambiado para mal sólo por haber recibido el salero directamente de la mano de otro comensal. Por el contrario, conocí a alguien quien, por no querer pasar bajo una escalera para evitar algún maleficio, prefirió bajarse del andén y caminar por la calle, con tan mala suerte que fue a dar en una de las tantas alcantarillas destapadas de nuestra querida ciudad.
Lo más difícil de ser alguien que se precia de vivir sin agüeros es vivir con alguien que cree, y mucho, en ellos. Todo lo que sé de agüeros se lo debo a mi madre; a mi padre le debo no creer en ellos. Cada 31 de diciembre mi mamá se come las doce uvas con cada campanada, luego le da la vuelta a la manzana con la esperanza de “este año sí viajo a Europa”. Yo no sé si estará haciendo algo mal, comerse las uvas con la mano equivocada, por ejemplo, pero, nada que sale del país. Por eso no creo en agüeros, eso debe traer mala suerte."
 

Dario A. Montalvo
Agosto 2, 2007 

domingo, 3 de enero de 2010

Maria Elena Castro "CON GANAS" desde South Bend, Indiana



Maria Elena Castro, una artista excepcional, de esas que te llegan al alma. Clic acá para ver y escucharla.

sábado, 2 de enero de 2010

ROGER HARTFORD, a true NASCAR FAN


His name is Roger Hartford and lives in Indiana. Is he a true NASCAR fan or what? This is what he wants you to know.









sábado, 19 de diciembre de 2009

EXPOARTESANÍAS 2009

Con India como el país invitado de honor, se lleva a cabo la versión XIX de Expoartesanías en Corferias.
Aunque no conozco mucho de joyería, hamacas o moda para la mujer de hoy, debo decir que los dos días en que he estado en la feria han sido de diversión y mucho conocimiento.

Entre los stands que se destacan, por lo menos en mi opinión, está el de los sombreros Aguadeños JSH, atendido por José Samuel Hurtado. Estos sombreros, famosos por su tradición e historia, son un producto que al menos, se debe tratar de conocer.

ReMaj7
La música también tiene su espacio. Y CORFERIAS ha abierto un espacio para que el que así lo desee, y se atreva, exprese su arte en una de las tarimas dispuestas en los pabellones de la feria. ReMaj7 (léase Re mayor siete) es una propuesta musical consistente en la creación e interpretación musical a partir de el uso materiales reciclables, tales como la "galletarra", la "marimba pet" el "litrófono". Incluso ofrecen talleres para que ud. bien pueda siga y aprenda a crear sus propios instrumentos con las vainas que iba a botar a la basura. ¿Le interesa? Pues llame a la niña Andrea Defrancisco al 3147565026.